Por: Natalia Astuácas*
Nacemos; y desde ese
momento sin opción a reclamar, decidir, elegir, oponerse, o discutir, somos
sometidas y sometidos a “reglas”, “normas”, “esquemas”, “comportamientos”, “estructuras”,
“tradiciones” y “costumbres” que de alguna forma colapsan la fluidez sana y
simple que debería prevalecer siempre en nuestras vidas.
Somos moldeados/as a imagen y semejanza de nuestras sociedades, de nuestras familias, de las religiones, de las otras y otros. Somos -inicialmente- lo que otros/as quieren que seamos... Una plastilina de color rosa o celeste.
Desaprender, desarraigarse,
despojarse de todo ese “paquete” -estructuralmente enfermizo- es un placer muy
complejo, tanto, que ignoramos realmente lo satisfactorio que puede ser el dejar
morir esa gigantesca mole de reglas, presiones, lineamientos, traumas y culpas, y empezar
a vivir sin ese molesto peso.
Al oponerte -por la razón
que sea- a ese paquete tradicional de vida que nos imponen desde que llegamos a
este mundo; la gente, la sociedad, la familia, el/la vecino/a, etc, nos
convierten instantáneamente, según sus prejuicios en: locos/as, enfermos/as,
desviados/as, brujas, raros/as, desequilibrados/as, rebeldes, subversivos/as,
irreverentes, insolentes, difíciles… sin que sus dobles morales les permitan
ver que la carga negativa que le dan a cada una de esas palabras es sutilmente
violenta.
De pronto… un día, algún
día… empezás a entender que vos no sos quien está mal, si no que eso te han
hecho creer vehementemente. Te das cuenta que el camino que te dijeron que
debías andar es el más fácil y el más cómodo porque es el camino que ya está
trazado para todas y todos, no hay nada qué explorar, no hay nada qué conocer
además de lo ya estructurado, no hay curvas, riscos, pendientes, barriales. Ya
está todo dicho, ya está todo reglamentado, no hay nada que hacer, ni inventar,
ni crear, ahí las y los humanos no podemos volar…
Escoger un camino nuevo
para andar te convierte frente a la mirada del resto en un/una “irreverente”, quizá estas personas no tengan herramientas para ver otros horizontes o quizá es pura envidia de no tener la fuerza y el
coraje de salirse de lo establecido, de abrirse camino contra corriente y buscar
un trecho qué explorar, dónde crear, crecer, reír, saltar, maravillarse
frente a lo nuevo y hasta volar…
Y entonces, en ese momento
que dejaste morir todas las estructuras mentales, sociales, patriarcales, todas
esas formas de sometimiento, todas esas palabras, presión, violencia, opresión,
etc., es cuando empezás a respirar como nunca… a vivir como nunca. Dejaste
morir tu antiguo yo para empezar a vivir como realmente sos.
De pronto aprendés a no escuchar
“el qué dirán”, a decir ¡NO! cuando es ¡NO!, te librás de ataduras sociales y
religiosas absurdas, empezás a reconstruirte como el ser humano que querés ser
y te das cuenta del maravilloso placer que es vivir, pero cambiando el final
del cuento que te contaron.
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*Autora:
Natalia Astúa Castillo (Natalia Astuácas)
Nació
en Costa Rica el 28 de agosto de 1983. Escritora independiente por afición,
placer y gusto. Artista empírica en la música, artes visuales-plásticas y
diseño. Periodista de profesión. Feminista y activista por los derechos humanos
de las mujeres, pro Estado Laico y comunidad LGTBI.