Cuando la muerte que da vida se convierte en falacia El entretejido tras la penalización del aborto terapéutico en Latinoamérica.



René Rodríguez Fabilena*

La muerte como figura que da paso a la vida, en un constante ciclo de vida-muerte-resurrección está presente en la mayoría de las culturas del mundo. Nuestros indígenas ya hacían analogía de ello en los ciclos de los cuerpos celestes: desde el nacimiento del sol cotidiano que moría por las noches para renacer nuevamente como fuente perpetua de vida, pasando por cambios de las estaciones, hasta llegar a los más extendidos ciclos estelares que lograron observar con asombrosa precisión. Con la llegada de los conquistadores permaneció esta idea a través de imaginario de la muerte de Cristo como dadora de vida, lo que originó toda suerte de sincretismos religiosos y cosmogónicos que permanecen hasta nuestros días.
Sin duda la llegada de los conquistadores transformó la valoración que nuestros antepasados daban a la vida, la muerte, el cuerpo, el papel de la mujer. A partir de diversos procesos de  imposición, introyección e institucionalización se materializaron dichas transformaciones.

Este artículo trata de comprender el origen de algunos de los procesos que han permitido los retrocesos jurídicos y sociales en aquellos países en que se han penalizado el aborto terapéutico, mismos en los que dicha figura se consideraba legal y legítima hasta años recientes. Aborda más allá del discurso jurídico los elementos que constituyen una cultura de inmolación femenina fortalecida desde los diferentes productores de la normatividad social, cultural, religiosa y jurídica.

Si bien el tema de la aborto por elección merece la misma atención y urgencia, dado que el debate del aborto electivo conlleva argumentaciones más específicas y tratando de seguir el tema propuesto en el número de la revista “Muerte que da vida”, me encargaré en esta ocasión de abordar la situación de penalización del aborto terapéutico en algunos países de  nuestra región. No desde la parte jurídica que sin duda ha sido abarcada ampliamente dentro los debates de cada país en relación, sino más bien desde un rescate de los procesos de imposición, introyección e institucionalización de la cultura de inmolación dirigida a las mujeres cuando se encuentran en la situación que involucra la vida y la muerte. Su propia vida, su propio cuerpo sobre lo que otros valoran como la oportunidad de sacrificio que les llevaría a seguir el ejemplo de Cristo.


Paises que han penalizado el aborto terapéutico.
El Salvador

En El Salvador, según el Código Penal vigente desde 1998, se pena el aborto en todas las circunstancias, y se castiga a la mujer, a quien se lo practique, o lo facilite, con entre dos y ocho años de cárcel. En 1997 se reformó el Código Penal, en el cual se permitía legalmente la interrupción del embarazo en situaciones de riesgos médicos para la mujer, cuando el embarazo era consecuencia de una violación y cuando existían probabilidades de anomalías en el feto.
Chile
El aborto es ilegal en Chile, Bajo cualquier circunstancia. Se lo penaliza con entre tres y cinco años de penitenciaría, de acuerdo a lo establecido en los artículos 342 A y 245 del Código Penal. En 1989 se derogó la reforma que permitía el aborto terapéutico.


Nicaragua

En Nicaragua el aborto está penalizado bajo cualquier supuesto desde octubre de 2006; incluso se castiga el aborto "terapéutico", es decir, aquel que se practica cuando la vida de la madre o el feto corren peligro. El aborto "terapéutico" se había permitido desde 1891 hasta noviembre de 2006. También se penan los abortos cuando la madre es menor y ha sido violada.
Dado que hablamos de retrocesos legislativos a partir de la presión de algunos grupos de interés es necesario consultar a la historia para descubrir el origen de tales valoraciones e imaginarios expresados por estos grupos.


Sexualidad durante la conquista: Culpabilización y cosificación del cuerpo de las mujeres

Pues Dios les privó de los órganos de la vergüenza
y fueron vestidos con el traje de los ángeles.
Tuvieron que engendrar a sus hijos
con amor santo,
así como el sol se refleja juguetón en el agua
y el agua, en cambio, permanece intacta.
Guillermo de Champeaux

Esta cita muestra una concepción de un estado de inocencia con que eran percibidos Adán y Eva antes de deslizarse al pecado original. Cuando los primeros conquistadores se maravillaron con la pacífica desnudez de los “pobladores de Indias”, vieron reflejados en ellos un estado de pureza y belleza cuasi perfecta que relacionaron con los protagonistas del génesis bíblico. Las Casas registra la siguiente nota de Colón:
…Como andaban todos desnudos, como sus madres los habían parido, con tanto descuido y simplicidad, todas sus cosas vergonzosas de fuera, que parecía no haberse perdido o haberse restituido el estado de inocencia (en que vivió (…) nuestro padre Adán).”(Las Casas: 1986)

Cabe destacar, que en dicha nota Colón dirige su atención únicamente hacia Adán, pues para esa época ya la iglesia católica promovía fuertemente la idea de que la mujer era la fuente de todos los males de la humanidad, a partir de la primera de ellas: Eva. Es entonces cuando los hombres del viejo mundo se ven enfrentados con sus propios impulsos sexuales responsabilizando por ello  a la figura femenina como el caso de Eva, condenando la desnudez, atribuyéndoles a lo largo de sus registros imágenes relacionadas a la lujuria y a la perversión. De esta manera se produce la percepción de que la mujer era el objeto de tentación del hombre, aquel que lo hacía caer es sus más bajos, animales y pecaminosos instintos sexuales, quedando justificada en ese momento toda suerte de posesión sobre los cuerpos de estas.

Por su parte, la historiografía y la genealogía de la sexualidad en américa muestran que en la época precolombina las mujeres tenían decisión sobre sus cuerpos, el carácter reproductivo de los mismos y el placer. Al grado que Fernández de Oviedo historiador de Indias que hizo notas desde la mirada conquistadora sobre territorio centroamericano y caribeño afirmó: "Las viejas han de parir, que ellas no quieren estar ocupadas para dejar sus placeres ni preñarse para que pariendo se les aflojen las tetas de las cuales muchas se precian y las tienen muy buenas" (Oviedo: 1983).  Esta declaración de Oviedo muestra el caracter de erotización que los conquistadores tenían en su mirada sobre las nativas del “nuevo mundo”, reflejando en sus palabras una apreciación estética-sexual que aparece a lo largo de las notas de otros como Colón, Vespuccio y otros aventureros conquistadores, evangelizadores e historiadores.

Es justamente la naturalización del carácter erótico y tentador de los cuerpos lo que genera la posesión a través de una subjetividad de la dominación. El carácter liberador de la civilización y cristianización que el conquistador percibía de sí mismo legitimaba el dominio sobre este mundo bárbaro y salvaje, su naturaleza y los cuerpos que la habitaban. Se fueron cimentando entonces las bases de un habitus alrededor de una cultura sexual que cosificaba y condenaba los cuerpos de las mujeres y más  aun el placer sexual, fortaleciéndose y reproduciéndose y perpetuándose a través de las instituciones como la iglesia y ciencias como la teología, la literatura y la historia, basada en la perspectiva del conquistador. 


Reproducción obligatoria y aborto: entre la protesta y la dominación.

“si una mujer mata con premeditación, nocturnidad y alevosía a un hijo suyo vivo y ya formado, generalmente será enterrada viva y  empalada (…) con el objeto de atemorizar a las tales malas mujeres, queremos autorizar el recurso al mencionado enterramiento y empalamiento, o que se desgarre a la malhechora con tenazas ardientes antes de ser ahogada, todo ello según el consejo de los expertos en derecho”. 
- La Constitutio Criminalis Carolina de Carlos I de España-

Los y las indígenas precolombinos estaban familiarizados con las concepciones milagrosas, pues dentro de sus propias mitologías contaban con eventos semejante como la concepción de Coatlicue a través de un milagroso colibrí o bien la que narra el Popol-Vuh sobre Ixquic la cual concibió a través de la saliva de una calavera de las que colgaban como fruto de un árbol ubicado en Pucbal-Chah. Lo que no lograron comprender con la llegada de los invasores fue el concepto del pecado original y la negación del carácter placentero de las relaciones sexuales. La imposición de la iglesia a través de la espada trajo consigo a estas tierras la culpabilización del placer (más allá de la sexualidad aborigen) pues se condenaron otras prácticas que fueron consideradas como paganas, bárbaras y salvajes por el simple placer que ocasionaban a las y los nativos. Se impuso entonces a las y los nativos la reproducción como sentido único de las relaciones sexuales. Algunas comunidades huyeron de sus captores motivados fuertemente por las prohibiciones sexuales que los conquistadores querían imponerle de manera arbitraria.  La tributación sexual las llevó a ir perdiendo su capacidad erótica.

Con la llegada del período colonial apareció un nuevo actor: la mano de obra esclava.  La mayor parte de ella proveniente de África y algunas comunidades indígenas que fueron sometidas a la esclavitud y el vasallaje. Frente al incremento en el precio de los esclavos, la violación para forzar la reproducción de la mano de obra esclava  se convirtió en una práctica sistemática. De ahí que el aborto se convirtiera en una forma de protesta de parte de sectores de mujeres doblemente oprimidas; indígenas, y mayormente, negras que conscientes de su condición de esclavas se negaban a parir los productos de violación que estaban condenados a sufrir esclavitud.  Entonces podríamos decir que a través del cuerpo –el control de la reproducción- se lucha una batalla política con carácter de género, religiosidad y étnica que visibiliza la resistencia de estos sectores –mujeres indígenas y negras-  frente a un fenómeno hegemónico que transversalmente atravesaba diferentes formas de dominación.

La posición de la iglesia y las coronas imperiales mostraban una fuerte posición en contra del aborto como lo muestra la cita al comienzo del acápite.  La idea del pecado original como marca inherente de la vida humana, obligaba a la iglesia a llevar a término cualquier tipo de embarazo sin importar las razones que pudieran motivar a intervenirlo porque ante todo debía procurarse el bautizo del feto por nacer. Deschner en su libro historia sexual del cristianismo menciona: “Una instrucción para matronas de comienzos del s. XVII aconseja que «si se plantea el dilema de la muerte de la madre o del niño, ella —la matrona— debe ante todo ocuparse de que el niño sea bautizado, pues es preferible que la madre muera en estado de gracia a que el niño se quede sin bautizar” (Deschner: 1993). Aunque la naturaleza del régimen de estas normativas no era aplicado completamente en las colonias, nos muestran un ejemplo de las valoraciones que giraban en torno a la figura del aborto y en este particular del aborto terapéutico.

Por otro lado, podríamos mencionar que la figura de Cristo fue adoptada como una figura de inmolación, de la cual el cristianismo exigía el más fiel ejemplo y como las mujeres necesitaban reivindicarse por ser las causantes de los males de la humanidad y la fuentes de la tentación y el pecado, entonces estaban obligadas a darse en mayor medida hacia los otros y su vida era consideraba como de menor valor.  


La época postcolonial

El sistema de castas desarrollado durante la colonia había establecido todo un habitus relativo a la estratificación de las sociedades latinoamericanas. Las diferencias se habían marcado a un nivel que la independencia de las coronas europeas no significó más que un cambio de poder, pero la marginación y la opresión se mantuvieron casi intactas mucho tiempo después. La división étnica, el surgimiento de una vida política con participación de nuevos actores en la escena pública, los conflictos con la iglesia, los sectores que deseaban volver bajo el ala del régimen imperial, en fin diversas divisiones sociales, políticas, económicas, étnicas, de clase y religiosas empezaban agudizarse en el contexto postcolonial. Frente a esto tuvieron que fortalecerse los discursos de dominación a través de la ciencia y las ideologías políticas, empezaron a transformarse las restricciones normativas desde estas nuevas instituciones y fuentes de discurso una vez que la iglesia empezó a perder cierta autoridad y credibilidad.

Eran ya suficientes los conflictos ocasionados por estas fracturas sociales como para permitir que las mujeres tomaran conciencia de la participación en los espacios públicos. La experiencia de la conquista, la cristianización y la esclavitud habían dejado claro que la dominación de los cuerpos  permitía la expropiación de las conciencia de los seres que eran sometidos a la cosificación y que por el contrario el control sobre el propio cuerpo, así como las capacidades reproductivas del mismo ocasionarían problemas. De esta manera se perpetuó el modelo de matrimonio monógamo inculcado por la iglesia, pero en esta ocasión desde una lógica de clase y aprobación social:
Que el hombre aspire a la libertad y la
mujer a las buenas costumbres. ¿Y en
qué consisten las buenas costumbres?
En obedecer.
-Última carta de amor de C. Von Gunderrode a Bettina Brentano-

La estabilidad familiar  consistía entonces la ocupación de roles debidamente asignados según lógicas de género, clase social, origen étnico como mayores fuentes de sentido. El rol de la mujer consistía entonces en permanecer en el espacio privado dedicándose a labores meramente reproductivas. No había en las mujeres mayor función social más que el cuido de los otros: físico, emocional, espiritual lo cual se expresaba también en el carácter de los oficios ejercidos por las mujeres de la época. No contaban con derechos políticos o sociales. Es así como este proceso de naturalización de las opresiones impuestas desde la hegemonía clásica del hombre-europeo-blanco-acaudalado-heterosexual-cristiano crearon grietas que no permitieron la articulación de los intereses  de grupos oprimidos postcoloniales sino hasta finales  del siglo XX.

De esta manera se reprodujo dicho habitus. A través de estructuras estructurantes, que cargando de sentido las mismas prácticas, imaginarios y capitales simbólicos a través del cambio de las instituciones generadoras de dichos sentidos. Sin embargo el fin continuó siendo el mismo: el mantenimiento de un orden de carácter patriarcal.


Mujer, derechos y vida en la actualidad

Como vemos aun en la era de los Estados laicos, siguen reproduciéndose discursos alrededor de las mujeres, sus cuerpos y sus vidas que responden a lógicas de dominación con diferentes fuentes, pero con un elemento común: la negación de su carácter como sujetas de derecho. Los planteamientos actuales de la bioética responden a las búsqueda de nuevas fuentes de sentido a discursos que escapan ya a la realidad de las conquistas que las mujeres han alcanzado con respecto a sus derechos.

Las normas sociales, religiosas y culturales se ponen de manifiesto en las formas más explícitas y sutiles condicionando permanentemente la propia autonomía de las mujeres y  entregándolas a dinámicas en las que son convertidos en objetos de complacencia para los demás, los hombres de su familia, sus hijos, la comunidad, la iglesia.

Es entonces a través del fenómeno de penalización, que el Estado criminaliza la condición y el cuerpo de las mujeres, des-responsabilizándose de las medidas necesarias para la atención y prevención de casos que involucran diferentes niveles de violencia hacia las mujeres desde la violencia sexual, la inoperancia jurídica y médica de parte de las instituciones, y procesos de violencia simbólica frente a la doble victimización. Es así como el derecho o mejor dicho, las leyes se convierten en la manifestación material de la imposición de una normatividad frente a un sistema que no repara en la causas del comportamiento que intenta regular. Detrás de todo ello, se estructuran otros procesos y elementos condicionantes y antecedentes relativos al control sobre la sexualidad y reproducción femenina y en general a la dominación del cuerpo y la vida de las mujeres. Esto se traduce entonces en elementos que han permitido la permeabilidad del discurso  dominación patriarcal en la práctica legislativa que como muestra el contexto jurídico internacional, responde a características territoriales particulares que responde a la construcción histórica de ciertos habitus.

*Estudiante de sociología

Activista de Derechos Humanos, involucrado y comprometido con Movimientos Sociales de Juventud y Derechos de Mujeres desde 2006. Guionista de teleserie de entretenimiento educativo “Contracorriente” de Fundación Puntos de Encuentro, Nicaragua. Aficionado a la narrativa.

E-mail: renefabiel@hotmail.com

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